A veces la verdad puede ser dolorosa, desagradable o dependiendo de la situación también puede ser un poco inapropiado decirla. Imagínate como se debe sentir una embarazada al preguntarte si esta gorda o tu pareja si quiere saber si acabas de mirarle el escote a ese pibonazo en la barra. Lo que quizás te hace reír ahora mismo, realmente es una reflexión muy seria sobre nuestra sociedad. ¿Realmente queremos que nos digan la verdad? ¿Somos sinceros? ¿Se valora a la gente honesta?
Hace unos días me fui de cañas con una amiga y se nos acercó un chico, pidiéndonos un cigarro. Después de intercambiar dos frases, se despidió y nosotras seguimos con nuestra conversación. Unas horas más tarde, se acercó una chica para pedirnos un cigarro para su novio y nosotras nos reímos cuando -¡ANDA! – vimos que se trataba del mismo chico que nos había hablado antes. Lo mejor: el chico actuó como si no nos conociera. ¡En serio! Nos dijo que no era él y que no nos había visto en su vida. ¿Perdona?
La transformación de la sociedad
Érase una vez un mundo en el que la honestidad se consideraba una virtud. La gente confiaba en la palabra del otro y como prueba les valía un apretón de manos. Hoy en día es diferente. La gente ha "aprendido" a desconfiar unos de otros, a no creer nada hasta que no se haya probado (en fin, todos sabemos cuánta basura se esparce por los medios de comunicación) y parecemos andar por la vida en posición defensiva.
Normal, en tiempos de Dieselgate, Barcenas, Urdungarin y la cantidad de casos que hemos visto últimamente, hasta yo no paro de preguntarme, si siempre hemos sido así de... decepcionantes… o si es que ahora, que tenemos los medios de comunicación a nuestro alcance, simplemente nos enteramos de las cosas que realmente ocurren a nuestro alrededor. Yo creo que ambos puntos son ciertos y que van enlazados el uno con el otro. La naturaleza del ser humano es egoísta (Si pensamos en un niño, este chiquillo – aunque sea el más lindo del mundo – en un principio siempre va a buscar su propia ventaja. Con el tiempo aprende lo que significa ser un ser social, y llega a conocer las normas de nuestra sociedad, el instinto colectivo y las conductas altruistas). La gente dice mentiras y engaña para obtener ventajas, beneficios, prestigio, posiciones de trabajo, autoafirmación etc. Resumiéndolo: en general miente por motivos de autointerés. ¿Y luego que ocurre? Estos casos se descubren, los fraudes y las estafas terminan saliendo a la luz, tanto como los casos de corrupción y las infidelidades. Todo termina saliendo a la luz y se difunde por el boca a boca y, claro, por los medios de comunicación. Con cada caso que vemos o escuchamos, cada engaño y cada fraude que experimentamos, nos volvemos cada vez más indiferentes y las mentiras nos parecen cada vez más normal. Es una cadena y estos acontecimientos van cambiando gradualmente a nuestra sociedad. “¿Por qué voy a ser honesto si ni siquiera ellos lo son?”
¿Y qué hay de ti?
¿Entonces cuál sería la solución? ¿Hablar menos de dichos casos? ¿Callarnos? No. ¿Pero por qué no empezamos por donde podemos? ¿Con nosotros mismos y la gente que nos rodea? ¡Empecemos a dar ese ejemplo a los que nos siguen y dejemos de mentir por cualquier tontería!
¿La verdad está sobrevalorada y las pequeñas mentiras no le hacen daño a nadie? En mi opinión, eso no es correcto. Las mentiras más pequeñas - aunque sólo sirvan para evitar conflictos - también conducen a una pérdida de confianza y afectan a nuestra mentalidad. Si ni siquiera puedo confiar en que esta persona me diga la verdad sobre un detalle sin importancia, ¿cómo puedo creerle cuando se trate de algo con más peso? En lugar de evitar conflictos con la ayuda de mentiras, deberíamos aprender a resolverlos.
¿Estoy más gorda? Si. ¿Te ha gustado la comida? No mucho la verdad.
Si, a veces la sinceridad del otro nos deja un picor desagradable sobre la piel. Pero es un precio bastante bajo por algo tan valioso como
LA VERDAD.
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